martes, 7 de agosto de 2012

Introducción

Maria Elena Walsh fue una poetisa, escritora, música, cantautora, dramaturga y compositora argentina, la cual dedicó gran parte de su vida a escribir tanto canciones como cuentos e historias para chicos y grandes. 

En el presente blog, se analizará su historia, teniendo como objetivo conocer datos importantes sobre la vida y obra de tan conocida autora. Para ello, se hizo una minuciosa investigación sobre su vida, a través de diversas entrevistas realizadas tanto a famosos como a familiares cercanos. 

Se desarrollará así la importancia del personaje, destacando su atribución e importancia en la sociedad, principalmente la atención que prestó a trabajos infantiles, y se explicará también cómo los gobiernos argentinos, especialmente durante el período de la dictadura, afectaron con accionares de aquella época a la cantautora, cómo se vio afectada su carrera por ésto, qué cambios se dieron en su vida a partir de estos sucesos en nuestro país, y, sobre todo, como veía ella la situación desde su lugar, desde el cual no podia expresarse libremente ni exponer sus obras con toda la libertad que ella quisiera, ya que al igual que muchos de los artistas de su época, se vio afectada por la represión y dictadura que reinaba en nuestro país. 

Además es necesario destacar varias de sus canciones, que se volvieron símbolo de la lucha por la democracia, como "Como la cigarra", "Canción de cuna para un gobernante", "Oración a la Justicia", "Dame la mano y vamos ya", entre otras. 



De esta manera, se permite el acceso a todo aquel que ingrese en http://historiadevidamew.blogspot.com.ar , de informarse sobre María Elena y a su vez sí poder recordar su influencia en la Argentina, aún con el pasar del tiempo.

Biografía



María Elena Walsh nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, un suburbio al oeste de Buenos Aires. Pasó sus primeros años en un caserón enorme, con patios, glicinas, gallinero, con un perro pomerania negro, rosales, gatos, limoneros y una hoguera donde se acomodaba a leer “Los tres mosqueteros”, “Robinson Crusoe” y “La cabaña del tío Tom”. 
Su padre, descendiente de ingleses e irlandeses, conocido por ser quien instaló el ferrocarril del oeste. Viudo de 50 años, padre de cuatro hijos ya adultos, estaba casado en segundas nupcias con una joven descendiente de andaluces. Este segundo matrimonio Walsh tuvo dos hijas. Una de ellas fue Susana. La otra, ese escándalo tímido llamado María Elena, una insurrecta por naturaleza –sumisa por disimulo- que a los 13 plantó bandera, marchó a la Capital para estudiar el secundario en Bellas Artes y desde entonces todo en su vida fue precoz.

Tuvo una infancia ilustrada, rodeada de libros y de cine. El amor a la lectura la llevaba a hundir los dedos en las aguas contagiosas de los cuentos de hadas, de Las mil y una noches.

–En mi casa había un ambiente de clase media ilustrada. Gente con sensibilidad hacia el arte, la lectura, la música. Ese es un privilegio de cuna muy grande. Es como heredar una fortuna.

A los 17 años, recién egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes, gastó los ahorros de una vida (más bien corta) editando su primer libro de poemas llamado ‘Otoño imperdonable’: pletórico de exquisito dolor adolescente, en 1947, el mismo año de la muerte de su padre: ¨¡Qué de campanas en la sangre siento/ cada vez que me olvido de la muerte!/ Pero sucede que ella no me olvida", decían esos versos. 

–No lo pasé bien en la adolescencia. Es una edad complicada. No me pasaba nada en especial, pero es una edad muy difícil. Y además yo tengo una tendencia melancólica, de pensar en la muerte. Eso solía ser muy de los adolescentes. Ahora se drogan, entonces esas ideas están simuladas. Pero en mi época era en seco, nomás.

A pesar de las oscuridades, María Elena despertaba exclamaciones admiradas con su primer libro, publicaba en el suplemento literario de La Nacion y, frutilla del postre, ganaba el Segundo Premio Municipal de Poesía.

–Me dieron el segundo porque para el primero era demasiado joven, dijeron.
–Y mujer.
–Eso ya no lo dijeron.

En 1948 llegó al país el español Juan Ramón Jiménez. El autor de Platero, y quedó impresionado con ese segundo premio municipal de la joven. Decidió inaugurar, con ella, una beca para escritores jóvenes en su casa de Maryland. María Elena fue dispuesta, tan feliz, pero salió mal.

–Un tipo difícil, muy depresivo. Por algo lo odiaban todos los poetas. Era muy difícil la relación. Yo era muy chica, y él era un señor muy grande y tan importante. Yo era muy tímida. De todas maneras, lo recuerdo como un maestro. A pesar de las maldades más grandes que decía. Era muy generoso y elogioso y muy alentador.

Juan Ramón la arrasó. En un texto publicado en la revista Sur, en enero de 1957, ella decía: "Cada día tenía que inventarme coraje para enfrentarlo, repasar mi insignificancia, cubrirme de una desdicha que hoy me rebela. Me sentía averiguada y condenada. Suelo evocar con rencor a la gente que, mayor en mundo, tuvo mi verde destino entre sus manos y no hizo más que paralizarlo. Con generosa intención, con protectora conciencia, Juan Ramón me destruía, y no tenía derecho a equivocarse porque él era Juan Ramón, y yo, nadie. ¿En nombre de qué hay que perdonarlo? En nombre de lo que él es y significa, más allá del fracaso de una relación".

Cuando volvió a Buenos Aires escribió con Bonomini un libro llamado Baladas con Angel, pero poco después esa relación se disolvió.

–Sí, cuando volví…vi que eso no andaba. Esa patria potestad, esa legalidad del hombre para decidir por la mujer, esa falta de compañerismo y de diálogo. Era un producto de la época. Uno se preparaba para esclavizarse y seguir la voluntad del marido.

Y para no esclavizarse tomó un camino que le pareció natural: marchó a Europa con Leda Valladares, y se quedó allá cuatro años, desde 1952.

–El viaje a Europa fue también cortar con tanto sufrimiento adolescente y con la situación que ninguna persona, intelectual o estudiante, podía soportar, que era el peronismo. A partir de la muerte de Eva se endureció mucho la censura. No quiero decir que me haya exiliado, pero preferí tomar distancia.
–Pero usted después se reconcilió con el peronismo.
–Sí, mucho. Al ver los manejos de la Revolución Libertadora recapacité sobre todo lo que había sido la obra del peronismo, aparte de sus manejos, así, represivos, digamos. Me di cuenta de lo que había representado para el pueblo, que es mucho. Años después viajé por el interior y la única escuela que había y el único puente eran restos de esa época del peronismo.


Desde 1952 y hasta 1956, María Elena sobrevivió en París en un ambiente y con un oficio que poco tenía que ver con el que había dejado: esta promesa literaria porteña se trepaba con Leda al escenario del Crazy Horse a cantar bagualas y vidalas.

–Me divertí mucho. Había más libertad de costumbres. Uno veía pasar un travesti por la calle y no llamaba la atención. Igual, yo quería escribir. Pero me había abierto de la vida literaria porque no me gustaba. Ahí sí que vi mucha maldad, mucho celo entre escritores. Me asqueó. Hoy sigue siendo más o menos igual. Ese mundo de celos, y codazos y competencia. No me dio gana de seguir cerca de nada de eso. Quería escribir, pero no estar ahí. Escribir para chicos fue como tomar otra ruta. No me interesaba la carrera literaria. Se decía mucho en aquella época. "La carrera literaria." Ahora el tópico es el mercado. "El mercado nos exige…". Aquella era una época de grandes maldades. Los tipos grandes, Neruda, Juan Ramón, Mujica Lainez, era como el Siglo de Oro porque en un lenguaje altamente literario se tiraban con todo. 

Premiada, regalada y aplaudida, fue allí precisamente, en París, rodeada de can can y carnes crudas, donde empezó a escribir su primer libro para niños ‘Tatú Marambá’. 

Al regresar, en la década de los sesenta a Buenos Aires se dedicó a escribir canciones infantiles, obras de teatro, guiones de televisión y la letra y música de un largo repertorio  de canciones infantiles: El reino del revés,  Cuentos de Gulubú, La Sirena y el Capitán, Manuelita la tortuga; son algunos de los discos  de canciones que se dedicó a grabar, plagados de personajes tan alejados del ‘Crazy Horse’ y los versos de ‘Otoño imperdonable’ como podían estarlo Doña Disparate, la Mona Jacinta o la Pájara Pinta, viuda del Pájaro Pintón. Y si uno le pregunta cómo fue que abandonó primero la literatura por el folklore y después el folklore por los chicos, ella dice que tiene etapas.

–Etapas que se me acaban o se me interrumpen. Me parece sano hacer una cosa con muchas ganas, y dejarla cuando ya veo que me faltan ganas o tengo demasiados inconvenientes, porque no tengo facilidad para escribir. Soy medio trabada y esa tendencia depresiva que tengo va y viene. A veces la gente no entiende eso. Que uno escriba para chicos y sea así. Pero también se espera que los cómicos sean gente divertida. Y yo he conocido a varios de los grandes cómicos y eran amargos y malhumorados y deprimidos.

El ciclo se cerró con un total de 13 libros que la hicieron la autora de literatura infantil más sólida en varios países a la redonda.

El idilio del público adulto con María Elena Walsh siguió. Ella dejó de cantar en 1978, y pasó buena parte de la dictadura luchando contra un cáncer óseo al que sobrevivió y que la volvió –más– fuerte. En medio de una realidad siniestra y demoledora, atravesando tan dura enfermedad que la acosaba sin tregua alguna, publicó un ensayo contra la censura en el periódico Clarín, el 16 de agosto de 1976, llamada Desventuras en El-país-jardín-de-infantes. 

Este ensayo puede entenderse porque como ella misma señala, “la base de su existencia es leer y escribir, escribir es más que comunicar, implica concientizar a la vez que la libertad en sí misma”. 


La publicación constituyó una denuncia explícita contra el régimen autoritario y opresivo de la Junta Militar del general Videla.

“Una escritora mujer, a quien se conocía por su vasta obra cuentística y musical infantil, denunciaba lo que todos callaban. María Elena Walsh asumía de esta manera la representación ideológica y verbal del pueblo argentino en un momento en el que el silencio, el anonimato y la ambigüedad significaban supervivencia. Las consecuencias fueron inmediatas: toda su obra fue censurada”

En la Argentina del Proceso, se quedó sin trabajo pero no la desaparecieron; y en cierto modo, a pesar de la censura, siguió cantando. 

Harta de la prohibición de películas, programas de televisión y libros, Walsh despotricaba allí contra la figura del censor. Aunque el texto tenía párrafos menos recordados ("Que las autoridades hayan librado una dura guerra contra la subversión y procuren mantener la paz social son hechos unánimemente reconocidos. No sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que sabemos intrincada y de la que somos beneficiarios"), se transformó en bandera de coraje y libertad para muchos adultos que también vieron en sus canciones, como La cigarra, la expresión más acabada de la rebeldía y la dignidad.

Con el tiempo las canciones adquirieron una significación particular y asumieron el carácter de un himno nacional.

–Las canciones toman el sentido que uno necesita. Si vos necesitás cantar un día La felicidad, de Palito Ortega, le vas a encontrar un sentido. La cigarra empezó a ser un himno de los exiliados, y los familiares de las víctimas, y yo no me imaginaba.

Era común escuchar las estrofas que decían:

Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
cuántas noches pasarás
desesperando.
Y a la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.

Desde el mundo de la infancia,  de la rima, de la libertad,  la subversión  de la lengua y  el sentido del humor  una mujer que escribía para la niñez fue capaz de denunciar con aplomo y coraje  “al enano fascista que llevamos  dentro”

Sin embargo, la relación con los adultos empezó a resquebrajarse cuando, ya en democracia, dio a conocer el texto ‘La carpa blanca debe tomarse vacaciones’, que cuestionaba la eficacia de la protesta docente y hablaba del agotamiento de los símbolos. Y después dijo que la ineficacia radical era peor que la corrupción menemista.

–En un reportaje por el que casi me matan, predije haciéndome la Sibila que con ese gobierno de la Alianza nos íbamos al abismo. No sabés lo que fue: las radios sonando acá para retarme, que cómo podía decir eso. Y ese gobierno nos llevó al desastre, al corralito. Ahí tuve una ruptura muy grande como ciudadana. Porque esa estafa, que va mucho más allá del dinero, para mí fue no va más, me desintereso de lo que pasa. Que no es verdad, pero me desintereso en función de decir y prever y denunciar. Porque no me sale, no tengo ganas. Fue muy grave eso. Y también es una de las cosas que preferimos borrar y atribuírsela a gobiernos anteriores. Prefiero no hablar de esas cosas. Yo creía superada la etapa de la exposición pública, los reportajes, pero al público le sigue interesando lo que hago, y aunque me escondo un poco, a veces hay que salir al ruedo. Por otro lado, no me gusta que me olviden. Es ambivalente. Todo el mundo detesta a los fotógrafos y los periodistas, pero si no lo llaman, se muere.

Se recuesta en sus almohadones y, carne de paradoja, dice:

–No es mi caso, pero…si no me llaman es como si me hubiera muerto. Te soy franca: esa ambivalencia la sentimos todos.



Canciones de María Elena Walsh

"En el país de no me acuerdo"
                                      

En el país del no me acuerdo
Doy tres pasitos y me pierdo.
Un pasito para alli,
no recuerdo si lo di.
Un pasito para alla
¡Ay, que miedo que me da!
En el país del no me acuerdo
Doy tres pasitos y me pierdo.
Un pasito para atras,
y no doy ninguno más,
porque yo ya me olvidé,
dónde puse el otro pié.
En el país del no me acuerdo,
Doy tres pasitos y me pierdo...

  
"Serenata para la tierra de uno"


Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.
Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Para sembrarte de guitarra,
para cuidarte en cada flor
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.


"Oración a la justicia" 


Señora de ojos vendados
que estás en los tribunales
sin ver a los abogados,
baja de tus pedestales.
Quítate la venda y mira
cuánta mentira.

Actualiza la balanza

y arremete con la espada,
que sin tus buenos oficios
no somos nada.

Lávanos de sangre y tinta,

resucita al inocente
y haz que los muertos entierren
el expediente.

Espanta a las aves negras,

aniquila a los gusanos
y que a tus plantas los hombres
se den la mano.

Ilumina al juez dormido,

apacigua toda guerra
y hazte reina para siempre
de nuestra tierra.

Señora de ojos vendados,

con la espada y la balanza
a los justos humillados
no les robes la esperanza.
Dales la razón y llora
porque ya es hora.


"Como la cigarra" 


Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aqui
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.

Tantas veces me borraron,
tantas desaparecí,
a mi propio entierro fui
sola y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo
pero me olvidé después
que no era la única vez,
y volví cantando.

Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
tantas noches pasarás
desesperando.
A la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando. 


 "Canción de caminantes" 


Porque el camino es árido y desalienta.
Porque tenemos miedo de andar a tientas
Porque esperando a solas poco se alcanza
Valen mas os temores que una esperanza

Dame la mano y vamos ya,
dame la mano y vamos ya.

Si por delicadeza perdí mi vida
Quiero ganar la tuya por decidida.
Porque el silencio es cruel peligroso el viaje
Yo te doy mi canción tu me das coraje.

Dame la mano y vamos ya,
dame la mano y vamos ya.

Animo nos daremos a cada paso
Animo compartiendo la sed y el vaso
Animo que aunque hallamos envejecido
Siempre el dolor parece recién nacido.

Dame la mano y vamos ya,
dame la mano y vamos ya.

Porque la vida es poca la muerte mucha
Porque no hay guerra pero sigue la lucha
Siempre nos separaron los que dominan
Pero sabemos que hoy eso se termina.

Dame la mano y vamos ya,
dame la mano y vamos ya.


"Canción de cuna para gobernante"


Duerme tranquilamente que viene un sable
a vigilar tu sueño de gobernante.
América te acuna como una madre
con un brazo de rabia y otro de sangre.
Duerme con aspavientos, duerme y no mandes
que ya te están velando los estudiantes.
Duerme mientras arriba lloran las aves
y el lucero trabaja para la cárcel.
Hombres, niños, mujeres, es decir: nadie,
parece que no quieren que tú descanses.
Rozan con penas chicas tu sueño grande.
Cuando no piden casas pretenden panes.
Gritan junto a tu cuna.
No te levantes aunque su grito diga:
"Oíd, mortales".
Duérmete oficialmente, sin preocuparte,
que sólo algunas piedras son responsables.
Que ya te están velando los estudiantes
y los lirios del campo no tienen hambre.
Y el lucero trabaja para la cárcel.



Entrevista a Virginia Lago


Virginia Lago le pone el cuerpo a Maria Elena Walsh 

en Vivir en Vos

En una entrevista exclusiva con EL LIBERAL, Virginia habló de esta experiencia y de su amistad con María Elena, a quien por respeto trató de usted hasta sus últimos días.

ESPLÉNDIDA  VIRGINIA LAGO CONSIGUE QUE EL ARTE DE ACTUAR SE CONVIERTA EN POESÍA.

21-01-12 Virginia Lago presenta en Mar del Plata Vivir en vos, una obra de homenaje a María Elena Walsh que supervisó la escritora y fue construida en los 80. En una entrevista exclusiva con EL LIBERAL, la actriz que estuvo en Santiago con Porteñas, Filomena Marturano y Las chicas del calendario, habló de este trabajo y de la entrañable amistad que tuvo con la autora de Manuelita y El mundo del revés.

Si tenemos en cuenta que fue amiga de María Elena Walsh, ¿cobra una dimensión particular hacer Vivir en vos?

Significa un honor muy grande, un privilegio y un orgullo de poder transmitir a esa escritora genial. No estoy más que agradecida a la vida de que me haya permitido hacer conocer su genio, talento y su arte. Es un homenaje que le realizo. No la modificamos nunca porque no está ella para decirnos qué sí y qué no. Esta obra es una mirada sobre el mundo y la vida a través de su mirada, del tiempo que le tocó vivir hasta hoy. Su mundo es tan rico, profundo, simple y exquisito, que siempre está presente

Además, fue la propia escritora quien supervisó esta obra que escribió en los 80.

Fue fantástico que ello haya sucedido. Me significó placer y mucha responsabilidad volver a hacer Vivir en vos. María Elena es una de las más grandes pensadoras de la Argentina y con un reconocimiento mundial. Es una mujer que tuvo y tendrá siempre una voz que nos cuenta cuestiones vigentes, porque habla de la humanidad. Por eso contarla nos hace pensar, divertirnos y emocionar.

Hoy María Elena; antes, desde Edith Piaf hasta Frida Kahlo, Violeta Parra y Juana Azurduy fueron llevadas por usted al teatro. ¿Es su compromiso militante ponerse en la piel de estas mujeres que tuvieron fuerte connotación social en sus tiempos? 

Hacer a mujeres que han tenido la significación que han tenido Edith Piaf, Frida Kahlo, Violeta Parra y María Elena Walsh me han enseñado a ser mejor. Rescato todo lo que hicieron estas mujeres con historias dignas de contarlas. Esto nos hace bien a todos y es por eso que las cuento. El teatro tiene eso de poder compartir. Se sigue hablando de ellas, porque han sido revolucionarias e infatigables luchadoras. Eso me conmueve y me hace verlas como exaltaciones de la vida.

¿Es necesario, en este o en todos los tiempos, hablar de esas mujeres?
Es absolutamente necesario. Es fundamental que esto sea así porque nos ayuda a entender lo que somos. Me parece que a través del tiempo, de la existencia del hombre, quienes nos han contado nos ayudan a darnos cuenta de quiénes somos. Kahlo fue una artista que peleó por la libertad y sus amores eran muy locos. Enfrentaba al mundo, era una heroína increíble, que se enamoró de Diego Rivera y de Trotski. Violeta Parra era una poeta con un talento igual al de María Elena Walsh. Piaf, con su vida difícil, hablaba de una sociedad enferma. Amaron en un contexto que las castigó mucho.

¿Cómo conoció a María Elena Walsh?
Nos encontramos por primera vez en la tele, en un ciclo de unitarios de Canal 13 que dirigía María Herminia Avellaneda. Yo recién empezaba, y a ella la admiraba profundamente. Siempre la traté de usted, por el respeto que le tenía. Pienso que esa mezcla de admiración y respeto es algo que va también en los lazos más íntimos: en la pareja y en los hijos, porque son quienes están unidos a nuestra vida. Ella sigue estando presente cuando la recuerda una sola persona a través de sus canciones y de sus poesías.

¿Cómo cataloga la obra de María Elena?
Fue una revolucionaria en toda su obra para chicos. Viene de generaciones en generaciones y sigue estando, estando y estando. En cuanto a sus trabajos para adultos, es extraordinario, desde sus novelas hasta sus cuentos y poemas. Ha hecho cosas realmente fantásticas. El relato que hago en Vivir en vos es en primera persona, como si fuera María Elena. Una vez que concluya la temporada con esta obra, en abril, comenzaré con los ensayos de La Farolera, también de María Elena. Además, tengo en carpeta hacer Verano y humo, de Tenesse Williams.

¿Cómo apareció en usted hacer Vivir en vos?
Es una experiencia conmovedora de penetrar en su mágico mundo, sus canciones, sus cuentos, sus poemas, su alma, de su inquebrantable tenacidad por defender la vida, el prójimo y la naturaleza. En este espectáculo somos dos: hay un músico en escena que es Marcelo Álvarez, quien tiene un rol protagónico como el mío. A partir de un cuento de la autora hacemos un recorrido a través de su vida y su obra, aquí no hay un solo texto que no sea de ella, a través de notas en diarios, novelas y poemas. Fue un trabajo muy exhaustivo siempre desde su lugar, su pensamiento y postura, fue una vocera de todo lo que pasaba en la Argentina, una mujer realmente extraordinaria, pone su voz y su opinión, yo le pongo el cuerpo al personaje.

Entrevista disponible en: http://www.elliberal.com.ar/ampliada.php?ID=27013

Entrevista a María Elena Walsh


“En la Argentina la gente adulta tiene conductas infantiles” – 1998


Entrevista realizada por Clarín, en 1998; en la cual se destaca particularmente su preocupación e interés por los temas políticos y sociales que afectaron a nuestro país en diferentes marcos históricos.

Revista Ñ - 10/01/11
En esta entrevista a fondo realizada en 1998 con Clarín, la escritora se decía veterana, criticaba el consumismo y defendía la tecnología. Se quejaba también de la denigración del otro que empezaba a fomentar la televisión.
POR DANIEL ULANOVSKY SACK. Nota de archivo.

El opaco chirrido de un ascensor puede despertar asociaciones extrañas. En este caso dispara el recuerdo del cronista que se prepara para la entrevista y empieza a tararear esa canción de María Elena… cantando al sol como la cigarra / después de un año bajo la tierra…, que simboliza una historia de caídas e ilusiones. Hay ya un par de generaciones de argentinos que -cuando chicos- entonaron sus poesías y -cuando grandes- aún lo hacen pero con un agregado: discuten sus ideas sobre lo que sucede en el país. Y para María Elena, entre otras cosas, sucede una confusión: los argentinos convertimos la ensoñación de la infancia en un infantilismo de pantalones largos. Esta mujer, que se declara veterana, piensa que la acumulación desmedida de riqueza y poder aparece como la concreción grotesca de las bolsas desbordantes de oro propias de los cuentos para chicos.

¿Se acuerda cuando escribió El reino del revés donde, entre otras cosas, un ladrón es vigilante y otro es juez?

-­Uy, hace tanto! Tiene que haber sido a mediados de los 60.

¿En aquel momento pensó que sus canciones iban a actuar como testimonio de un futuro que se nos caía encima?

-No, y lo digo honestamente. Sólo me interesaba que los chicos se animaran a jugar con el lenguaje, a abordar la realidad de una manera creativa. Que gozaran de una estética de la música y de la letra. Los segundos y terceros sentidos vinieron después: es posible que a nivel inconsciente haya reflejado los problemas que se intuían en el país, pero no fue mi intención contrabandearlos en medio de la poesía. Además existe una diferencia clara: una cosa son las canciones y letras para chicos -con la lógica propia de esa edad- y otra, la infantilización del lenguaje y de las costumbres adultas.

¿Ese aniñamiento está vinculado con una sociedad que no se anima a crecer?

-Pienso que sí. En la Argentina, la gente adulta tiene conductas infantiles. Resulta patético escuchar a personas grandes hablar como tontitos, con un tono estilo da, da, da. A mí muchas veces me regalan juguetes: se los doy a hijos de amigos. Ya no tengo edad para usarlos ni quiero una casa repleta de ositos de peluche. Pero por alguna razón mucha gente se comunica mejor a través de ese tipo de actitudes infantiles; quizás así tengan la ilusión de que los problemas adultos no existen.

¿A nivel social, ¿cuáles son esas prácticas infantiles que más aparecen?

-Nos gusta desaforadamente la acumulación. Eso resulta muy típico en los chicos, que dicen: Esto es para mí, mío, que nadie lo toque. O de las historietas y cuentos donde aparecen personajes rodeados de bolsas llenas de monedas de oro. Cuando sucede entre adultos, sin embargo, vemos cómo una sola persona puede determinar el destino de muchísimos seres humanos y eso me parece mal. Creo que una sociedad madura debiera tener más espacios de intercambio, de diálogo y no ser presa del poder que se deriva de la acumulación desmedida.

¿En el discurso político también existe algo infantil? Pienso en Argentina potencia, Somos derechos y humanos, Felices Pascuas, El salariazo.

-Sí… Estas frases nos permitieron seguir creyendo en la varita mágica, pensar que las soluciones llegarían solas. Pasamos tanto tiempo con regímenes paternalistas que la gente no se dio cuenta de que era tratada como chicos. Porque esto viene de lejos. Yo me fui del país en 1953, después de la muerte de Evita, cuando todo se puso muy pesado. Me habían echado de la escuela donde daba clases por no usar el luto obligatorio, como si se pudiera obligar a sentir dolor. Y ahora, aunque me parece un poco vulgar tirarse contra el Presidente, es necesario decir que apeló a todo discurso de ensoñación infantil que tuvo a mano.

¿En qué piensa?

-Antes de ser electo fue a la Patagonia y dijo que íbamos a recuperar las Malvinas aunque debamos padecer el derramamiento de sangre. El típico discurso heroico de los cuentos para chicos. Ahora viaja a verse con la reina -que no me parece ni mal ni bien-, pero al menos ya es un discurso de la realidad, más adulto.

Veo que elige al peronismo cuando de hacer críticas se trata. ¿A usted le quedan resabios gorilas?

-No. Yo los tuve, pero se me fueron muy rápido apenas vi lo que proponía como cambio la Revolución Libertadora. Y le digo más, me parece que el peronismo tiene elementos positivos que no observo en otros partidos. Pienso en su capacidad para cambiar sobre la marcha, ver que si algo no tiene éxito se lo recompone, se lo modifica, se apela a gente distinta. Además al peronismo se lo ha acusado de no ser democrático y en algunas cosas me parece más abierto que el radicalismo.

¿Habla de lo económico?

-Me refiero al rol que dan a las mujeres. Los radicales las tienen para servir café, para un cargo menor o para hacer número en las listas. Los peronistas las absorben más democráticamente al juego político: pelean por el verdadero poder, manipulan, organizan estrategias, tienden trampas. Hacen cosas buenas y malas, como los hombres. Pero logran protagonismo.

¿Y el Frepaso?

-Es que sólo aparecen dos personas: Graciela y Chacho. No me alcanza para generalizar. No sé… les faltan propuestas concretas: me parece un poco infantil esa actitud permanente de tirarse contra el Gobierno. Pero más allá del Frepaso, hay algo que nos pasa como sociedad. En vez de hablar de problemas específicos y buscarles soluciones, pensamos en cómo lograr el gran destino faraónico del país. Creo que debemos convencernos de que somos personas de carne y hueso y de que podemos aspirar a un buen destino humano, nada más. La idea de que vamos a ser excepcionales tapó la posibilidad de ser sólo buenos, que es algo más alcanzable.

De la misma manera que existe el infantilismo, ¿también hay discursos de viejos, de recetas vencidas, sin ilusión?

-A veces pienso que en este país no hay otra cosa que discursos de viejos nostálgicos, incluso en los jóvenes. Me llama la atención, por ejemplo, la energía que pone mucha gente en denostar la tecnología. ¿Para qué? Ya llegó, está aquí, usémosla en lo que nos conviene y listo, qué tanto perder el tiempo hablando de la vieja máquina de escribir. Esta tendencia también aparece en la moda de los jóvenes de refaccionar casas viejas; vale más una antigua planta baja chorizo, llena de muebles de segunda, que un departamento nuevo.

¿Los discursos de viejo también aparecen en la política?

-Sí. Esa preocupación obsesiva por ocupar el cargo, la pelea por la cuota minúscula de poder. Deberían ser más creativos y darse cuenta de que la pelea es por solucionar los problemas. Si lo logran, van a encontrar un reconocimiento mucho más grande que un pequeño cargo. Y se los dice una veterana, que ha visto cosas.

¿Necesitamos políticos más creativos?

-Creo que les falta base cultural, haber leído libros, conocer sobre arte. Cosas que les permitan abrir la imaginación.

¿Qué pasaría, por ejemplo, si Menem, Alfonsín y Chacho Alvarez se fueran un fin de semana a un seminario donde sólo se lea El Quijote?

-No, así no sirve. Hay que mamarlo desde la cuna y hacerlo con ganas. Por eso es necesario tomarlo como una cuestión de Estado y brindárselo a los chicos que están en edad escolar.
La entrada en la pubertad

En 1979, usted escribió en Clarín una nota que hizo época: Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes. Allí hablaba de la necesidad de acabar con la censura para que la gente pudiera crecer. Como sociedad democrática, ¿dónde nos situamos ahora? ¿En la escuela primaria, la secundaria, la universidad?

Apenas empezó la democracia, dije que habíamos pasado a primer grado. Y creo que era sólo primer grado porque había una idea ilusa de que la democracia por sí sola resolvía los problemas. Después de tanto autoritarismo, la gente no se daba cuenta de que democracia significaba compromiso, participación, trabajo. Me parece que ahora eso se empezó a ver y yo diría que nos estamos poniendo los pantalones largos, algo así como la entrada en la pubertad. De todas formas, en estos años han pasado cosas maravillosas y el hecho de que estemos aquí hablando libremente es un dato fundamental.

¿Cuáles son las deudas pendientes?

-Hay varias. Pero una me preocupa en particular: la denigración del otro, que se ve mucho en los chistes de moda en la televisión. Abundan las bromas soeces cuyo único mérito es tomarles el pelo a personas mayores o poco educadas. Y, básicamente, mostrando a la mujer como un objeto al peor estilo del viejo teatro de revistas. En la mayor parte de los programas de entretenimiento, la mujer es sólo un buen culo, mero espectáculo decorativo. Ahí hay un problema que debemos enfrentar. Por otra parte, me sigue preocupando la dosis de violencia de nuestra sociedad.

¿A qué se refiere?
-Una ve los datos sobre gente que se muere por accidentes de tránsito previsibles o por el gatillo fácil y se da cuenta de que aquí pasa algo. Hay que actuar como adultos y tomar las riendas; no podemos esperar que venga una mano salvadora.

Vuelve a aparecer la poca valoración de la vida humana aunque con un significado distinto al del pasado: quince años atrás hubiéramos hablado de los desaparecidos.

-Sí, pero siempre se trata de la facilidad para matar, que ahora ha tomado una forma distinta. Tenemos una dosis de violencia muy tremenda. Creo que es algo propio del ser humano, pero la civilización consiste en establecer normas de convivencia que la reduzcan y castiguen a quien las viole. Como sociedad todavía nos falta dar fuerza a esas normas, lograr que chicos y grandes crean en ellas. Por eso digo que recién nos estamos poniendo los pantalones largos: ahora nos toca mostrar cómo los usamos.


lunes, 6 de agosto de 2012

Entrevista a María Elena Walsh

Entrevista publicada en el diario Página 12, es una de las últimas que la autora concedió a los medios de comunicación. Con motivo de la publicación de Fantasmas en el parque (Alfaguara), un libro con alto componente autobiográfico, que funcionaría como continuación de aquel memorable Novios de antaño, María Elena aceptó la entrevista con Radar. En su casa de Palermo, cerca del parque Las Heras, donde transcurre el libro, habló de la vida bajo el peronismo, de su legendario dúo con Leda Valladares ante el público más selecto de Europa, del acecho de la dictadura, de por qué dejó de componer canciones para niños, de la enfermedad con la que luchó cuando era joven, de su inmenso amor con Sara Facio y del pudor con que se ha guardado de hablar de todos estos temas hasta ahora.

¿Por qué creés que quienes han escrito sobre tu vida han sido tan pudorosos a la hora de hablar de tus amores?
–Porque es una actitud mía que se contagia. A mí no me gusta hablar no sólo de mis amores sino de cualquier otro tema personal o íntimo. Soy una persona pudorosa, muy inglesa, y por eso hay cosas de las que no se habla.
Pero en Fantasmas en el parque confesás que Sara Facio es tu gran amor y lo hacés en el marco de una conversación en la que alguien habla de ustedes como si fueran hermanas. ¿Por qué pensás que sigue siendo tan común confundir con otra cosa el amor entre mujeres?
–Porque es un gran tabú que todavía existe. El amor entre hombres está más liberado, porque ellos son piolas y liberan todo en su favor, pero a las mujeres nos cuesta más, y cuando nos sancionan nos dan con todo. Con la desaparición pública, por ejemplo. Aunque yo no veo mal mantener allí una cuota de secreto. No creo que haya que andar ventilando las cuestiones íntimas o hacer de la sexualidad una pancarta. Me gusta lo secreto, la cosa ambigua, porque también es una forma estética de mantener un estilo de vida y un estilo de escritura.
Si pensamos en escritoras como Silvina Ocampo o Alejandra Pizarnik, cuyos diarios fueron prácticamente expurgados de todo contenido homosexual cuando salieron a la luz, está claro que ese tabú aún impera...
–Sí, por supuesto. Y más si se trata de una obra de características tan particulares como son los diarios de una escritora, que en el caso de Pizarnik cayeron en manos de un pariente que no quiso saber nada con que su sexualidad quedara expuesta. Era obvio que los iban a censurar. ¡Si hasta tienen terror de mencionar el tema! Pero una cosa es el pánico homosexual y esa forma terrible de discriminación que es la censura, y otra muy distinta el silencio y la reserva asumidos voluntariamente. En este sentido, creo que las mujeres seguimos siendo poco perdonadas. Si no decime cuántos no verían con malos ojos que una mujer se niegue a la maternidad y diga: “Me revienta ser madre y tener hijos”. La verdad, muy pocos. Y ahí es donde se nota que en nuestro país no ha habido feminismo. O que si lo ha habido, ha sido una versión tímida, blandengue, autoencerrada por miedo, por pudor, por lo que sea. En países donde existió y existe el feminismo, se habla de estos temas con mucha más franqueza. Y en la Argentina, mal que nos pese, aún estamos lejos de arriar la bandera del machismo.
Cuando en el país le llegó el turno al general Perón, María Elena Walsh ya era una poeta de renombre y sus textos aparecían en las páginas del suplemento cultural de La Nación y en la revista El Hogar. A los 17 años había ganado el Segundo Premio Municipal de Poesía (le dijeron que era demasiado joven para darle el primero), y en 1947 había publicado su primer poemario, Otoño imperdonable, autofinanciado con lo que ella extrajo de “una alcancía en forma de libro donde mis padres me habían ahorrado monedas y billetitos”. Ese primer libro fue celebrado nada menos que por Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez, que de paso por Buenos Aires la invitó a quedarse en su casa de Maryland, en los Estados Unidos, donde le oficiaría de maestro. De vuelta de ese viaje, en donde alcanzó a visitar a Ezra Pound en el hospicio y tuvo que padecer el mal genio de Juan Ramón, a pesar de lo que éste la ayudó a mejorar su poesía, María Elena aterrizó en plena efervescencia peronista, con las caras de Evita y Perón hasta en la sopa. Y ese clima, que ella juzgó dictatorial, poco a poco se le hizo irrespirable.
Como una paloma blanca que traía en su pico una ramita de olivo, en 1951 una carta de otra poeta, Leda Valladares, por entonces desterrada en Costa Rica, le cayó con una invitación a seguirla en su aventura. Y MEW, cansada de lidiar con los celos de sus pares y de no hallar su lugar en el mundo, decidió volver a partir desoyendo los rezongos de su madre. Leda y María Elena se encontraron en Panamá y desde allí se embarcaron rumbo a Europa en el Reina del Pacífico, barco cuyos días y noches fueron testigos de los primeros pasos de MEW como cantante. A bordo, ella probó su voz en zambas de Yupanqui y los hermanos Abalos, en chacareras, bagualas y vidalitas anónimas, al son de los instrumentos que Leda llevaba consigo a todas partes.
Una vez instaladas en el Hôtel du Grand Balcon, una desvencijada pensión de artistas a la que una enorme crecida del Sena había infestado de roedores, el dúo de Léda et Marie fue pisando cada vez más fuerte en los escenarios parisienses con su exótico repertorio de canciones folklóricas. Con sólo decir que Pablo Picasso, Jacques Prévert y Joan Miró estuvieron alguna vez entre su fascinado público, y que en una ocasión hasta compartieron camarín con Charles Aznavour, por entonces un simple debutante...
“París era no sólo la universidad de los jóvenes, sino la ruta a la libertad individual, a los amores extraídos del almario (digo bien, almario, con palabra de Lope)”, leemos en Fantasmas en el parque. “París era la libertad; la libertad con todo lo que esa palabra significa”, amplía una María Elena a la que recordar aquellos tiempos le ilumina el rostro. “Además pensá que acá había dos presiones muy grandes para cualquier joven, y más para una chica: una era la familiar, y la otra la de la sociedad en que vivíamos. Estábamos en una dictadura donde la Iglesia tenía como siempre una pata metida, y era lógico que una se sintiera presionada por todos lados. Y en París, que ni idea de estas cosas, una podía hacer eclosión en lo artístico y en lo personal porque la mentalidad era otra. No en vano los artistas siempre fueron a buscar libertad a París. Algo en lo que hubo siempre una cuota no menor de indiferencia, porque si allí te dejan libre es porque no te ven ni les importás. Ese era un pequeño precio que había que pagar, y que a mí no me costó en lo más mínimo.”
Igualmente ese anonimato total en París no les duró mucho. Y cuando volvieron a la Argentina directamente se esfumó, porque enseguida se convirtieron en protagonistas de esa enorme renovación del folklore argentino que tuvo lugar a comienzos de los ’60. ¿Te produce nostalgia el idealismo de esos años?
–No. En general, no soy dada a la nostalgia. Lo único que me produce nostalgia es no poder vivir en un mundo un poquito menos poblado, donde no todo sea multitudes y empujones. Pero de eso en especial no tengo nostalgia, porque siempre contradije la ocurrencia de que con la poesía o con el arte o las letras de las canciones se podía modificar a las personas, inculcarles algo, ser docentes. Nunca me sentí atraída por ideas como ésa. Y eso se ve en mis trabajos para chicos, en donde alcanza con usar un lenguaje rico y que los versos estén bien medidos para cumplir con la “docencia”. Nunca pensé que hiciera falta agregar moraleja al final de una canción ni decirles a los nenes que se porten bien. Nunca me interesó ponerme en el papel de madre.
En Fantasmas en el parque hay muchos recuerdos de distintas situaciones de tu vida, pero llama la atención que no haya ninguna referencia a los años en que componías y cantabas para chicos. ¿Es una omisión deliberada?
–Es que no cabe en este libro. Yo siento que todo lo referente a los chicos va en cuaderno aparte. Es una separación que hago yo y que hace la gente.
¿Y en qué te hace diferencia?
–No sé... En los temas, quizá. Con los grandes, vos podés usar los temas que quieras, incluso hablar con el léxico que quieras. Con los chicos, en cambio, tenés que utilizar los temas que ellos quieren, o que suponés que quieren. Son cosas muy distintas. Y sí, tenés razón, ahora que lo pienso en el libro no me meto con eso.
¿Y por qué dejaste de componer canciones?
–Porque me pareció que era una etapa terminada y me di cuenta de que trabajaba por etapas. Y porque me dio miedo estirar lo de los chicos y terminar estropeándolo. Después me pasó lo mismo con las otras canciones, las canciones para adultos. Eran etapas, series de cosas para hacer y no para dilatar más de la cuenta. De hecho, yo tenía el ejemplo de artistas que iban estirando su obra, que la iban repitiendo con escasas variaciones, y eso me parecía empobrecedor y facilista. Además, se venía una censura tremenda. Fue en julio de 1978, si mal no recuerdo, que decidí no seguir componiendo ni cantar más en público. Y eso fue el fin de una serie de cosas que habían ido limitando mi libertad de expresión y la de tantos otros. Como el día en que iba a venir a verme el general Videla y alguien me hizo llegar una amenazadora sugerencia: “Mire que hoy viene el General, no cante tal canción, ¿estamos?”. Pero a decir verdad no recuerdo haberlo visto, creo que al final no fue, pero sí que habían preparado toda la mise en scène por si llegaba... Todo eso fue antes del golpe. El era comandante de las Fuerzas Armadas, y entonces capaz que ni se le cruzaba por la cabeza llegar a presidente. Aunque, si te digo algo, yo ya lo veía venir nada más que por la pinta.
Más de una vez has tenido opiniones sobre la vida política del país que levantaron polvareda. ¿Hay alguno de esos dichos de los que hoy te arrepientas?
–No. Para nada. Al contrario. Muchas veces los repito y me dicen: “Mirá, lo que vos dijiste hace diez o veinte años ahora pasa exactamente igual”. En general, no me arrepiento de nada de lo que publiqué, porque lo que publico pasa antes por un tamiz. Un tamiz mío, interior, que me permite meditar. Y porque escribiendo es más difícil irse de boca, para mí es más improbable arrepentirme después.
A fines de los ’70 hiciste varios viajes, ¿no es cierto? Preferirías no estar tanto acá, me imagino...
–No, no era eso. Yo en general he viajado todo lo que he podido, pero no por décadas. Buscándome pretextos o razones, hice varios viajes a Europa y a los Estados Unidos. El que sí recuerdo como una huida fue el primero, porque ese peronismo facho no me lo aguantaba, y además no podía trabajar en casi nada porque no tenía el carnet de afiliada al partido. Y fijate qué curioso: cuando vino Madonna a la Argentina a filmar Evita, me mostró muy orgullosa el carnet de la primera afiliada a la rama femenina del partido. ¡Se lo habían regalado! Ahí ves la frivolidad, la estupidez de la gente, la ignorancia. Cuando en realidad podrían habérselo dado a alguien que realmente se hubiera jugado por la causa, o ponerlo en un museo. Pero el show puede a todos, evidentemente.
Además de su costado cascarrabias, en más de una oportunidad María Elena Walsh ha asumido su temperamento melancólico y cierta inclinación a pensar en la muerte. “Esa tendencia depresiva que tengo va y viene –decía en una entrevista–. A veces la gente no entiende eso. Que una escriba para chicos y sea así. Pero también se espera que los cómicos sean gente divertida. Y yo he conocido a varios de los grandes cómicos y eran amargos y malhumorados y deprimidos.”
Fantasmas en el parque es un libro sobre la vejez y la muerte. Un libro que ella acepta haber escrito al abrigo de esos pensamientos taciturnos que tantas veces tiene. “La muerte sobrevuela sus páginas como un gran pajarraco –dice con el tono que acaso le pondría a la primera frase de un cuento de misterio–. Y eso me hace recordar una película de Leonardo Favio, que no sé si viste o si se vio, porque él un día me la trajo a casa, en la que aparece un pajarraco enorme, feísimo, que da mucho miedo, y que si algo queda claro es que nos va a comer a todos. Bueno, eso es. Eso está en el libro.”
Algo que también está en Fantasmas en el parque es la referencia al cáncer óseo que le diagnosticaron en 1981 y del que se curó al cabo de dos años de tratamiento. Esto le permitió a María Elena trazar un paralelismo entre su enfermedad y la situación que entonces atravesaba el país, de un modo análogo a como Martínez Estrada le había atribuido al peronismo esa extraña enfermedad de la piel que lo tuvo postrado durante casi cinco años y de la que se curó una vez que Perón fue derrocado.
¿Qué pensaste cuando supiste que estabas gravemente enferma?
–Lo primero que pensé fue: “No. Yo no. Esto no puede ser cierto”. Y después, cuando lo acepté, sentí mucha bronca, mucho fastidio. No porque dijera: “¿Por qué a mí?”, sino por mi edad, por lo joven que era. Entonces tenía cincuenta años... La flor de la vida. Fue difícil de aceptar pero posible gracias a los amigos, a algún médico y al apoyo de los que estaban cerca.
¿Qué cosas de tu carácter cambiaron con la enfermedad?
–Creo que uno no vuelve a ser el mismo después de tener cáncer. Diría que la enfermedad me volvió más pensativa, más dolida por dentro, más retraída. Y otras varias cosas que ahora mismo no puedo resumirte.
¿Cuánto de dicha y cuánto de infortunio ha implicado envejecer, en tu caso?
–La dicha reside en que uno se va desprendiendo de ciertas responsabilidades, de ciertas presiones, de ciertas angustias. Y el infortunio es la semiinmovilidad, en mi caso, que es lo que me tiene más loca, y también el dolor. El dolor físico es terrible. Más allá de que ahora existen muchos paliativos. De hecho, a mí me están dando un calmante que no sé bien qué es pero que hace que no me esté quejando todo el tiempo.
¿Y cómo te gustaría que te recordaran?
–Como alguien que quería dar alegría a los demás, aunque no le saliera siempre.


Entrevista realizada por Bernardo Neustadt a María Elena Walsh en Tiempo Nuevo, 1995.